martes, 16 de febrero de 2016

Halcones en la ciudad

El ave más veloz del mundo ya criaba en las ciudades en la Edad Media. Ahora vuelve para quedarse... y no es para que mate palomas y estorninos.

El cazador se eleva a cientos de metros de altura y otea sus dominios en busca de presas. Cuando encuentra una, se lanza en picado a más de 300 kilómetros por hora. La víctima, sorprendida, no puede hacer nada para defenderse: a esa velocidad, el impacto de las garras es letal. Todo transcurre en segundos, en pleno vuelo. Después, la rapaz busca un lugar tranquilo y solitario donde posarse y comer. De su captura solo quedan la cabeza, las patas y un revoltillo de plumas. Es el ciclo de la vida.

Lo asombroso es que esta vertiginosa escena de caza no se desarrolla en la naturaleza, donde reina la ley del más fuerte, sino en el cielo de una ciudad. Debajo del halcón y la paloma hay edificios, ruido, coches, contaminación y un montón de seres humanos enfrascados en sus cosas.

Valencia se ha sumado al grupo de ciudades con pareja de halcón peregrino. Un verdadero depredador, territorial y monógamo que ha encontrado en las palomas “un recurso muy abundante”. Se alojan en repisas de edificios altos (como la Torre de Francia), semejantes a los cantiles y grandes paredes rocosas en los que viven en la naturaleza, donde pueden estar tranquilos. “Por allí no va nadie, aparte de la empresa de limpieza vertical de fachadas una vez al año”.

Pero no todos viven ajenos a esa isla de vida salvaje en las alturas: cada vez más gente disfruta de este espectáculo que la naturaleza regala a los urbanitas. El halcón peregrino ha vuelto a las ciudades, donde ya criaba en la Edad Media, y lo ha hecho para quedarse. En las poblaciones hay edificios altos con oquedades –similares a los cortados rocosos naturales y a los acantilados costeros– donde puede posarse para descansar, comer o criar a sus pollos sin sentirse amenazados por la presencia de otros animales a mayor altura. En los núcleos urbanos no hay cazadores y apenas depredadores –como los búhos reales– ni rivales. Y para colmo, el alimento es casi ilimitado: las palomas urbanas, una auténtica plaga que deteriora los monumentos, transmite enfermedades y causa quebraderos de cabeza a muchos ayuntamientos, proliferan por decenas de miles. La despensa se completa con tórtolas turcas, gorriones, cotorras, vencejos y estorninos.

En Valencia, el Ayuntamiento soltó hace unos años seis pollos a través de Estudi Verd, una empresa de control de plagas, dejando claro cuál era el enfoque de la iniciativa. Sin embargo, los propios responsables de esta compañía admiten que esa pretensión era «absurda». Contra las palomas, los halcones son solo «un complemento», advierte Francisco Catalá.



El animal más rápido del planeta


Una especie fascinante

La subespecie española, el ‘Falco peregrinus brookei’ es una rapaz de tamaño medio:_las hembras alcanzan 1,20 metros de envergadura y 900 gramos de peso, mientras los machos apenas miden 1 metro y pesan medio kilo. 
Monógamo y territorial, vuela a una velocidad de crucero de 100 km/hora, pero en sus picados de caza supera los 300. 
Las alas en punta le dotan de una agilidad acrobática y el pico pequeño y los dedos largos de uñas afiladas facilitan el agarre de sus presas a gran altura.


¿Qué es el ‘hacking’?

En España, la ciudad pionera en la reintroducción del halcón fue Barcelona, en 1999, seguida por Salamanca, Valencia, Zaragoza y Granada, entre otras. 
El ‘hacking’ consiste en colocar pollos nacidos en cautividad en cajas-nido en un edificio alto: al tratarse de aves filopátricas, es probable que cuando alcancen la madurez sexual elijan para criar el lugar que identifican con su ‘infancia’. 
Los pollos son alimentados por sus cuidadores, pero ellos no lo saben, porque reciben la comida a través de unos orificios en la caja. A medida que crecen se les facilitan presas vivas –atadas– para que se hagan la ilusión de estar cazando. 
Este detalle es importante: si se relacionan con humanos, la impronta podría alterar su capacidad para volar o cazar.